miércoles, 15 de julio de 2009

Capítulo dos: Jugamos en el lab?

Eran las 6 de la mañana. Eva arrivaba a su casa con su moto. Quedaba una hora antes de que su marido vuelva de hacer guardía en el hospital. Ella no pudo evitar derrumbarse tras la puerta, una vez entrada a su casa. Las lágrimas de infelidad, de vacío, de temor y confusión...Estar viviendo una vida, la cual no creía que le perteneciese. Hacía ya dos años que había comenzado a preguntarse...a sentir que lo que tenía y la rodeaba, no era justamente lo que deseaba ni necesitaba. Comenzar a ver que las ilusiones de niña, la de soñar a enamorarse y encontrar a la persona, se esfumaron en intentar relaciones sin seguridad...algunas duraban más, otras, menos. El miedo a la soledad la hizo embarcarse en lo que ella llamaba "un barco...que al verlo, parecía flotar...pero en mitad de mar, una vez que tiraba el ancha, y se disponía a disfrutar de la tranquilidad, creía sentir que se hundía y ella, junto a él" Tenía un marido que la quería, que lo daba todo por ella. Era amable y servicial...pero sin embargo, no podía perdonarse el no quererlo. Si alguna vez lo quiso...ya no lo recuerda. Entre sus tempestades, se perdía, se nublaba y solo veía la oscuridad tras de todo. Era hora de sacarse el maquillaje. Dejar la ropa de noche y meterse en la cama...antes, pasando por una ducha, pero sin mojarse el cabello...el perfume de otra cama, de otra mujer, salía de cada uno de sus poros...de cada uno de sus bronquios...

Las siete y cuarto. Un coche estaciona en la puerta de la calle Dr. Oloriz, junto a la moto de Eva. Abre el portón, saluda al portero que siempre se dispone muy atento a limpiar los cristales bien entrada la mañana. Piso 7to., pasillo a la derecha, puerta C. Sigilosamente entra, sin querer despertar a su esposa que en cuestión de minutos iba a escuchar su despertador. El cansancio de Darío de estar toda la noche en guardia, no le impedía que preparase el café, que trajera el pan recién horneado de la panadería de debajo del hospital...de sacar la mantequilla y prepararle una hermosa bandeja a Eva. Eva, que tenía los ojos rojos de no haber dormido...de haber llorado, sabía que estaba a punto de entrar Darío...rutinas, rutinas placenteras y de puro amor que compartían cada mañana after una noche de arduo trabajo...Uno revisando casos de emergencias...la otra, recorriendo un cuerpo de una extraña. Una a la cual había empezado a querer...


Incomoda en el sillón, comenzaba a sentir el frío que entraba por la ventana en las primeras horas del día. Cerré la cortina que dejaba traspasar los rayos de sol. Me metí en la ducha. No derramé ni una lágrima a pesar de saber que había perdido ese ser tan inquietante como misterioso que había descubierto. Aún seguía consternada y no era consciente. No era una mujer con la cual hiciera planes más allá de los compartidos en horas específicas cuando Eva mandaba ese mensaje y confirmaba que podía asistir a esa cita.

Luego de una ducha, el olor del café en la cocina, la compañía de Ramiro, mi gato, aquella pequeña mesa en medio...aquella decoración al estilo de los años 50 en los Estados Unidos...Lista para vestirse y salir...A pesar de las historias vividas, la vida seguía y las clases de matemáticas, dibujo técnico y demás, seguían, con ó sin mí. Como los minutos del reloj, los calendarios, que no nos tienen perdón.


Las 9 de la mañana, Eva en su moto apunto de salir rumbo a su trabajo. Unos 10 minutos la separaban de la facultad pero daba impresión de mujer dura, de motoquera, aquellas que imponen y ponen mucho. Su bata. Su laboratorio...Sabía que gustaba y jugaba con ello...Siempre con la fantasía de jugar en el laboratorio con sus alumnas...


(Al fin tranquilidad, poder escribir un poco...los días de calle me llenan tanto...pero lo que me desahoga escribir no tiene nombre)

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